Mala suerte

Baje la basura después de pintar el salón con la misma ropa de faena, a saber, pantalón de chandal por la espinilla, lleno de pintura roja del salón, azul de la habitación y crema del pasillo y una camiseta de tirantes a lo Milli Vanilli, sucia cual estercolero en invierno, sin afeitar y con un pañuelo de cuatro nudos a modo de protección capilar, cuando nada más salir a la calle me cruzé con ella. Una diosa de mujer, con una carpeta entre los brazos y una sonrisa capaz de parar el mundo. La misma mujer que durante meses, diría años, copaba mis sueños más inconfesables.
- Hola Sommer
- Eh, esto..., yo no.... quiero decir.... hola Dulcinea....

Maldita mi mala suerte¡¡¡¡. Así que al día siguiente, a la misma hora, me puse un polo lacoste azul, que me quedaba muy bien, (según mi abuela), pantalón de pinzas beige y estrené unos náuticos que dejaba para mejor ocasión, me afeité como si no hubiese mañana, y me eché colonía Brummel hasta dejar el ascensor como una sauna tailandesa en el mes de agosto y salí a la calle a esperarla.

Nada, que no aparecía.....

Maldita sea mi suerte¡¡¡¡ Enfadado, frustrado, le dí una patada a una bolsa que había en el suelo, sin percatarme que en su interior había una nada desdeñable cantidad de mierda de perro que, por arte de magia, quedó incrustada en mi naútico recién estrenado. Con las lágrimas empezando a asomar por mis mejillas me descalcé y empecé a limpiar la mierda en un jardín aledaño, de rodillas y blasfemando, cuando la oí....

- Hola Sommer.
- Eh, esto.... yo no... quiero decir.... hola Dulcinea....