viernes, 26 de marzo de 2010

Copulador Furaco

Andábamos preocupados por Asturias porque nuestras queridas osas de nombres, (no por comunes y domésticos dejan de ser ordinarios) Paca y Tola empezaban su madurez osuna sin descendencia, y lo que es peor, sin ningún tipo de previsión sexual que ayudara a la conservación de la especie, dicho sea de paso, amenazada de desaparición, cuando nuestros queridos vecinos Cántabros encontraron la solución con un semental oso pardo de dos metros de eslora, que responde al nombre de FURACO y con residencia habitual en Cabárceno, diré para mis instruidos lectores que furaco en Asturiano significa “agujero”, absteniéndome de hacer comentarios jocosos al respecto.
Y trajéronle desde Cantabria y metiéronle enjaulado con ellas, a ver si su nombre hacía justicia, sin darse cuenta que las osas, más por asturianas que por osas, de fáciles tenían poco, mientras ellas, gallardas como pocas, desobedecían una y otra vez sus llamadas. Y así andábamos los asturianos, presumiendo de Osas Lesbianas, y los cántabros heridos en su orgullo masculino, cuando ocurrió, quien sabe si por cariño, si por amor, si por aburrimiento, que Tola abrió su “corazón” a furaco (vuelvo a abstenerme de hacer comentarios jocosos al respecto) y empezaron las montas, o las cópulas, o el folleteo, que a estas alturas del relato bien merece la pena hablar claro, tan numerosas y cuantiosas que el éxito del embarazo parecía claro. Y lleváronse al afortunado semental de vuelta, más delgado y satisfecho, como por otro lado cabría esperar, siendo despedido con honores de jefe de estado en tierra astur y recibido como un héroe de guerra en su tierra natal


Y esas estábamos los asturianos, preparando los papeles de hermanamiento con Cantabria para elegir los nombres de los oseznos, cuando la Tola y la Paca, salieron hoy del letargo del invierno y lo han hecho solas, sin oseznos jugueteando, peleando, saltando.... así que, querido FURACO, espero que tengas el móvil operativo.... machote....

viernes, 5 de marzo de 2010

Ritual

Con paso lento e inseguro, carente de la vigorosidad que se va perdiendo con la edad, espalda curvada y enjuto cuerpo, arrastraba su ajado abrigo, que una vez había sido negro, hasta el mostrador donde, como todos los días, desde hace años, a las siete, reposaban, solitarios a la par que solícitos, dos vasos, uno de orujo, el otro, más modesto, de gaseosa. Después de apurar de un solo trago el contenido de ambos, depositaba sobre la barra, en importe exacto, y en moneda pequeña, el pago de la consumición.
Hace días que el viejo no aparece, aun así, los vasos, fieles a la liturgia diaria de las siete, aparecen todos los días en el mismo lugar. Sólo el camarero sabe cuanto tiempo durará el ritual…